domingo, 26 de octubre de 2014

Un poco de Historia, más de Reflexión

Itzel Jiménez Cruz

@Itzel_Justice

¿Quién no ha escuchado del charro? si, ese personaje que suele representar a los mexicanos, en

la literatura, en el cine y en la pintura; pero por supuesto, que comúnmente es confundido con el

mariachi.

Quiero aclarar que el charro es un jinete y el mariachi es un músico, pero comprendo la confusión,

pues ambos usan un atuendo similar, con pantalones ceñidos con botonería de oro o plata (o por

lo menos de los que ponen empeño en adornar su traje), corbatas de colores chillantes y un ancho

sombrero jarano.

La palabra “Charro” como nativo de Salamanca, España, se relaciona etimológicamente con la

palabra vasca “Txar” que quiere decir “defectuoso o débil”, pero vaya que los charros no son nada

defectuosos, logrando esas maniobras arriba de su caballo y siempre con un carácter bravo.

Aunque se cree que el charro es único de México, en otros países existe una figura similar, por

ejemplo en Colombia y Venezuela existe el llanero, mientras que en Argentina y Uruguay está el

Gaucho y ambos utilizan el atuendo característico.

En el siglo XIX, los charros eran el estereotipo de las personas adineradas del campo, pero todo

eso cambio tiempo después, cuando los hacendados comenzaron a permitir que sus empleados,

mestizos e indígenas, montaran a caballo; con esto se inició la charrería y “se le bajó del

pedestal” a los charros, pues ya no eran únicamente los jinetes diestros y experimentados, ricos

y provenientes de la realeza, sino que ya también eran los mestizos, indígenas y empleados que

supieran montar a caballo.

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