Itzel Jiménez Cruz
@Itzel_Justice
¿Quién no ha escuchado del charro? si, ese personaje que suele representar a los mexicanos, en
la literatura, en el cine y en la pintura; pero por supuesto, que comúnmente es confundido con el
mariachi.
Quiero aclarar que el charro es un jinete y el mariachi es un músico, pero comprendo la confusión,
pues ambos usan un atuendo similar, con pantalones ceñidos con botonería de oro o plata (o por
lo menos de los que ponen empeño en adornar su traje), corbatas de colores chillantes y un ancho
sombrero jarano.
La palabra “Charro” como nativo de Salamanca, España, se relaciona etimológicamente con la
palabra vasca “Txar” que quiere decir “defectuoso o débil”, pero vaya que los charros no son nada
defectuosos, logrando esas maniobras arriba de su caballo y siempre con un carácter bravo.
Aunque se cree que el charro es único de México, en otros países existe una figura similar, por
ejemplo en Colombia y Venezuela existe el llanero, mientras que en Argentina y Uruguay está el
Gaucho y ambos utilizan el atuendo característico.
En el siglo XIX, los charros eran el estereotipo de las personas adineradas del campo, pero todo
eso cambio tiempo después, cuando los hacendados comenzaron a permitir que sus empleados,
mestizos e indígenas, montaran a caballo; con esto se inició la charrería y “se le bajó del
pedestal” a los charros, pues ya no eran únicamente los jinetes diestros y experimentados, ricos
y provenientes de la realeza, sino que ya también eran los mestizos, indígenas y empleados que
supieran montar a caballo.
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