César Ruíz
Hernández
Lectores, si
es que los hay. Hoy no intento expresar un tema político o social. Hoy no
quiero demostrar mi repudio sólido contra este maldito sistema ni emparejar a
quien lo merece. No pretendo contextualizar la situación del país, ni apoyar las
revueltas consecuencia de los malos manejos de nuestros gobernantes. Hoy
quisiera exprimir mi sentir hacia algo que hoy por hoy me acoge y asume en mi
vida.
Dedico
explícitamente estas líneas a aquellos recuerdos grandiosos al lado de Perla,
mi perrita recién fallecida físicamente, su ser está lo siento y sé que vive. También
las dedico a aquel que ha sufrido una
pérdida y siente lo que aún no asimilo.
No habrá
sensación directa que iguale lo que por mi cuerpo corre, al menos no en mí, al
menos no exactamente igual. Mi perlita falleció un martes, mismo día que se
llevó un pedazo de lo que muchos presumen tener; ese martes que atravesó una
línea del tiempo que parte ahora dos vertientes: una que es la real y la otra
para mi mente también.
Llegaste el
último día del año, hace ya algunos; Ale y yo te conocimos pequeña, latosa y
negra elegante, tal como siempre fuiste, aún lo eres. Tenías un pelo liso y una
lengua larga gorda y muy colorida. A partir de ahí fuiste dejando huella en
nuestras horas, tanto como tus pelos en la ropa o tus babas en los platos.
Metías tu boquita en las jarras para tomar agua, comías de las esquinas de la escalera por
berrinche o curiosidad, tu fiel característica. Recuerdo que hubo una temporada
en la que llegábamos a la casa y como recientemente habías tenido tos,
apropósito tosías para llamar nuestra atención y voltearte a ver de inmediato,
siempre nos sacaban lágrimas tus improvisadas actitudes, siempre fueron para
bien; corrías, te acostabas y te revolcabas en el pasto del patio trasero; tu
pelaje se acomodaba al clima. Conociste a los vecinos orejones, dos cocker como
tú pero más grandes, se volvieron tus amigos y te cruzabas a su patio,
escavabas en la tierra y lograbas estar toda la tarde ahí hasta que los vecinos
humanos nos decían que estabas jugando en su sala o con sus hijos.
Fue un fin de
semana, el día que desperté con los pequeños ruidos que provenían de muchos
orejonsitos gordos como tú, eran seis, tú eras madre, yo quizá tío o abuelo, no
sé pero te miré fijamente y sonreí. La cama de mis padres fue la primera luz
que vieron los pequeños cachorritos, entre ellos León tu fiel y constante
compañero y amigo, quien nunca maduró y a quien consentías tú misma y con quien
conspirabas para tus travesuras gorila. Él nos distraía y tu llevabas la
comida, casi siempre les funcionó, no sabes cómo valoro sus travesuras, además te
confieso que sigo aprendiendo de ustedes.
Te viniste
con León vestidos con pañal en un trayecto de dos días cuando llegamos a
Pachuca, tu Cancún, nuestro Cancún, se quedaba atrás con tantas aventuras como cuando
te salías por la ventana y mis amigos de la cuadra te perseguían por varias más
hasta alcanzarte, eres popular. En el
frío tu pelo se esponjó ahora se dejaba ver más tu figura de oso y tu linda
cara de gorila damita, como mi papá siempre te decía.
Recuerdo tu
ladrido particular cuando llegaba alguien a la casa, tu recibimiento era único
movías tus patitas como si no aguantaras la emoción y te doblabas al ver que te
seguían el juego, llorabas y gemías de gusto y tus botas gordas y peludas las
arrastrabas hasta hacernos sentir que te entregabas por completo al amor
familiar, siempre sin condiciones. Tu caminar era gracioso, nada típico, muy
parecido al de un oso cuando se dirige hacia su cueva o con su compañía, pero
con amplitud de desplazamiento, como si quisiera ir chocando con cada cosa que
se encontrara cerca, llamabas la atención y bien que la llamabas, jamás dejaste
de ser una damita propia, linda y bien atenta. Te volteabas rápidamente cuando
te encontrabas en el piso para que te pudiéramos rascar en tu panza y ponías la
cara más tierna y suave cuando lo hacíamos. Siempre fuiste consentida, como
todo cacho lo merece.
Tu forma de
comer era alborotada, siempre podías seguir comiendo y comiendo, adorabas los
bombones, cada día de tacos había unos exclusivamente para ti y León, glotones.
Tu sillón, es
tuyo y de nadie más; tus cobijas y tu espacio de la cama solo se lo prestabas a
León, pero como tú nadie lo complementa mejor. Tomabas el sol como si
estuvieras en la playa, brincabas en el pasto en Popopark cuando lo
descubriste, incluso de ahí te escapaste, pero como estaba muy oscuro no te
quedó otra opción más que volver.
Te dejaste
querer siempre lo hiciste, tu amor lo brindaste a todos, no puedo ni expresar
lo que siento por ti, lo que causaste en esta gran familia. Sigue lloviendo
Pachitas, sigue lloviendo mi Chispita, mi Gorilo o mi Perlita, cómo sea. Jamás
me permitiré olvidar detalles de tu compañía en este mundo, quisiera volver a
abrazarte o volver a acariciarte, sólo un minuto, aunque sea eso. No
soporto la idea de llegar a casa y no escuchar ya tu ladrido, no verte, no oírte
u olerte, no imagino ese tipo de vida mi perlita, no lo hago. No soporto si quiera el pensar un día sin
ti.
No sé qué haré, no sé que diré. Pero sí sé que fuiste lo mejor, siempre lo serás.
No sé qué haré, no sé que diré. Pero sí sé que fuiste lo mejor, siempre lo serás.
Inicia la leyenda que NOS motivará a dar cada paso hacia
adelante, recordando tu compañía como estandarte de avance, siempre mi
Pachitas.
Te recordaremos y querremos siempre como esa inmensa bola de pelos con cuerpo de oso que nos alegró y unió como Familia.
Tratamos durante estos años de darte la mejor vida posible, esperamos haberlo hecho bien mi Perlita, pero el destino no quiso que compartieras más tiempo a nuestro lado.
Te recordaremos y querremos siempre como esa inmensa bola de pelos con cuerpo de oso que nos alegró y unió como Familia.
Tratamos durante estos años de darte la mejor vida posible, esperamos haberlo hecho bien mi Perlita, pero el destino no quiso que compartieras más tiempo a nuestro lado.
-Una perrita me enseño a ser leal, fiel y entusiasta, sin
importar nada; también me enseñó a ser completo, sincero, real y único. Hoy
lloro y sufro por su ausencia física, pero sé que vivió con todo lo que se
puede vivir toda una vida plena y completamente Feliz.
Te adoro mi Pachitas HOY Y SIEMPRE.
Te siento en mí, mi cachorrita...te siento
Descansa en paz, nos vemos pronto…
Te adoro mi Pachitas HOY Y SIEMPRE.
Te siento en mí, mi cachorrita...te siento
Descansa en paz, nos vemos pronto…
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Rue
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