Marisol Lara
Twitter: @marisolinski
Amar
un deporte, no es sólo amar a un equipo, es poder apreciar un buen partido sin
importar las camisetas de los implicados, es disfrutar un encuentro lo mismo de
una liga profesional como de una del llano; las ligas profesionales ofrecen un
buen nivel futbolístico, cuentan con todos los reflectores lo que las hace ser
masivas y muchos sueñan con llegar a esas instancias para ser conocidos, ser
famosos y sobre todo ser los ídolos de grandes y chicos, ser un futbolista
profesional ofrece la posibilidad de ser héroe o villano, querido u
odiado, miles de personas gritan y
vitorean tus triunfos y los mismos lloran y sufren contigo las derrotas, los
futbolistas profesionales nunca están solos, aunque no están exentos de
sentirse así, a la vez ser profesional implica presión y exigencia.
Todos
los jugadores profesionales se hicieron en el llano, sus primeros pases fueron
en el patio de su casa, en la calle, en la cancha del barrio, ahí surge la
magia por primera vez y es justo ahí en donde la esencia del fútbol está a flor
de piel; es en donde lo mismo juegan niños, niñas, mujeres, hombres, jóvenes y
viejos, y no se trata de ser bueno ni de ser el mejor se trata de convivir, de
disfrutar el encuentro, en muchos casos se trata de un tiempo de calidad con
nuestros seres queridos, se pueden respetar las reglas o no hacerlo; el gol es
la mayor de las glorias , los triunfos pueden ser insignificantes para muchos,
no es el tema del que todos hablan , pero para los implicado en el juego no hay
mayor sensación; los triunfos no son de miles de personas, pero son nuestros,
nadie nos los quita, no hay nada mejor que gritar un gol propio, ni de decir
“ganamos”, y las derrotas nos calan, nos enchilan en el momento, pero esa
sensación no es permanente, al contrario ante cada derrota surgen las ganas de
revancha y no importa cuántas veces se pierda, siempre vamos por más.
En
las cascaritas hay rivales, pero sobre todo hay amigos, puede haber pleitos y
enfrentamientos, pero también existe el respeto, el reconocimiento de que el
equipo rival fue mejor, hay frustración, a nadie le gusta perder, pero también
hay garra, entrega y sobre todo pasión.
La
lluvia no es impedimento, las porterías se hacen con suéteres o con lo que uno
encuentra a la mano, cuando se recibe un gol en contra luego, luego alegamos
que fue poste, nos valemos de todo para no perder, los tennis son lo de
menos y la cancha lo mismo es de tierra,
como de asfalto y eso no es impedimento para que el portero se rife el físico,
ni evita las barridas en busca del balón o pelota.; cuando eres niño el dueño
del balón es al que todos le quieren hablar y es quien se da el lujo de elegir
a los que integraran su equipo y cuidadito si lo haces enojar porque agarra su
balón y se va, en el fútbol todos se pueden juntar y lo único que se necesita
son ganas de jugar.
De
un encuentro de fútbol se puede llegar cansado, derrotado, humillado y mal
herido, pero sin importar los estragos negativos, de cada partido hay algo a
destacar, una sensación de bienestar producto única y exclusivamente de haber
estado ahí, de haber vivido esa experiencia; sabes que te puedes caer, que te
puedes lastimar, pero también sabes que tienes un equipo que está ahí para
levantarte y que te respalda.
Hay
equipos buenos, malos, vistosos, tácticos, improvisados, efectivos y de todo un poco, puedes golear en un
partido y ser acreedor de una arrastrada en el siguiente, no hay un nivel real,
porque no es necesario tenerlo, no hay más presión que la que uno mismo se
hace, tu familia y amigos van a tus partidos, gritan, apoyan, se enojan, se
entregan en cada una de tus jugadas ¿Quién necesita reflectores mundiales
cuando se cuenta con personas que están siempre ahí al pie del cañón?
He
podido apreciar muchos muy buenos encuentros de fútbol llanero, en torneos
locales y en la escuela, tal vez muchos
de sus protagonistas sueñan con llegar a
primera división y tal vez lo logren, pero mientras eso sucede pueden seguir
jugando y disfrutando de este hermoso deporte llamado fútbol: el fut es de
todos. ¡Vamos a jugar!
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