SIN RUMBO.
Por: Sol Campero.
La herida volvió a
abrirse, como cada año las memorias de muchos se evocaron a uno de los hechos
más repugnantes, salvajes y tristes en México, la matanza estudiantil de
Tlatelolco. De la cual se hablado, escrito, contado y sobre todo reclamado,
porque este acto atroz ha quedado impune. La sociedad exige justicia para
quienes por el sólo hecho de pensar diferente y reclamar igualdad, de salir a
las calles a pedir autonomía, para quienes por gritar sus ansias de libertad
fueron acallados para siempre.
Sin embargo hoy en
día el derecho a expresar las exigencias colectivas sigue siendo una acción
reprimida por las altas esferas del poder, varias de las marchas que proclaman
derechos fundamentales son atacadas y condenadas en muchas de las ocasiones. Cierto
es que la constitución “garantiza” la libertad de expresión en el artículo 6ª,
pero, ¿qué tan dispuestos están a cumplir dicha ley?, probablemente no
demasiado y las acciones lo demuestran.
Es por eso que una
manifestación debe tener propósitos claros, tomar en cuenta que al salir a la
calle no debemos ser como un rebaño siguiendo a pastores, que a veces sólo distorsionan
la verdadera esencia que lleva a la ciudadanía a buscar soluciones mediante
pancartas o discursos, porque no existe nada heroico en salir inquiriendo
suscitar la violencia o expresando mensajes a medias, que no son claros y
pueden dar “motivos” de crítica; sobre todo, porque muchos de quienes
participan en las marchas somos estudiantes, pero hoy, estos estudiantes no
tienen la convicción ideológica de
cambiar verdaderamente con el poder de su derecho a la manifestación las
condiciones de vida en el país.
Así que la próxima
vez que nos manifestemos sería bueno primero tener muy claro el porqué lo
estamos haciendo, de este modo nadie podrá tachar de tibio el temple de los
jóvenes mexicanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario