César Ruíz Hernández
Es incuestionable la situación
trágica por la que atraviesa nuestro país, misma situación que destrona visualmente
a las altas cúpulas como hegemonía imperante no sólo del poder, sino también de
la comunicación. Estamos sufriendo épocas sucias y sangrientas, quizá
pasamos por uno de los peores momentos en la historia de nuestro país como tal.
Ya lo dijo Alejandro Solalinde, “México es una tumba clandestina”, el problema
de nuestro país, no se mira hacia su violencia desatada que resulta siempre
impune o peor aún termina castigando en su gran mayoría de veces a quienes
buscan la misma justicia. El problema no se centra en la corrupción grave que
nos acomoda como las naciones más fraudulentas y desiguales económicamente del
planeta. El problema tampoco es sólo la contradictoria democracia que presumen
alcanzada quienes ejercen el poder, a sabiendas que un mismo color ha gobernado
la moribunda trayectoria del territorio con forma de cuerno de la
abundancia desde finales de la llamada revolución mexicana. Moribunda aunque
tal vez necesite morir para volver a nacer.
Hoy
sufrimos, hoy lloramos y pedimos un auxilio divino para resolver estos
desórdenes injustos y constantes. Hoy pedimos no perder la esperanza y esperar
a que entre los mismos peces gordos se destruyan. Pero existe una situación que
no muchos quieren aceptar, la gran mayoría no visualiza, y otros prevén,
aceptan, aprueban y asisten. Estamos al borde de levantamientos armados de
carácter nacional. Estamos en tiempos prerrevolucionarios.
Las
manifestaciones no cesan, las protestan comienzan a perder el miedo, se
convierte en un trastorno de lucha contagioso. Lo sucedido apenas en Iguala
Guerrero, es una demostración de la fracción inequívoca que existe entre los
gobiernos del país y quienes pretenden cambiarlo a través de la expresión y
organización colectiva.
Son
cuarenta y tres ahora desaparecidos, otros más asesinados, algunos heridos y
uno más con muerte cerebral. Son jóvenes que además de ser contestatarios y
luchadores sociales, dignos representantes de los pensares qué surgen en
quienes estamos hartos de lo mismo; ellos son quienes defendieron con su voz y vida
lo que no creían correcto.
¿Qué
se necesita para detener este actuar represor con tendencias fascistas, este
sistema vulgarmente genocida que nos remite a épocas que nuestros falsos libros
de historias creen extintas? Es una verdadera tristeza el hecho que la
autoridades se avienten los hechos unos a otros sin definir culpables, que el
secretario de educación pública del país considere que se trata de un acto que
solo se vive en las comunidades rurales de
esa entidad y se omite de responsabilidades; es grave que el procurador de
justicia, quien ya había sido informado de la irregularidades del alcalde de Iguala, Guerrero, no se tomó ni la
molestia en siquiera investigarlo. Mismo alcalde que ahora anda prófugo
oficialmente, seguramente una justa
explicación para dar menos indicios de lo sucedido.
Lo
real es que se cometen casos graves de impunidad, el país está en shock, las
jornadas de protestan continúan, el pasado ocho de Octubre, miles de personas
se concentraron en las plazas públicas más importantes del país para clamar por
los desparecidos. El grito de justica se hizo sonar en todo el terreno nacional,
era un solo grito y en colectivo, era un grito fuerte, macizo, directo y
expansivo. Mismo expresar que se repitió en manifestaciones llevadas a cabo
incluso e otros países como Argentina, España y Estados Unidos. La imagen de
nuestro México es noticia en el resto del mundo, muchas empresas desisten el
invertir en tierra de sangre, la imagen
del “salvador de México” que irónicamente adjetivó la revista Times hace meses,
se consume en lágrimas de lucha. Misma lucha que se acerca, se aumenta y
enrabia.
Por
otro lado, un caso muy diferente, los estudiantes del IPN organizadamente
se mantienen en paro de labores por
defender su plan de estudios, su presupuesto que cada año se reduce y su profesionalidad
que es oprimida como la de muchos estudiantes del país. Ahora el Poli da
la vuelta a la autoridad y le dice a
Osorio que NO a sus resoluciones simples, ambiguas extrañamente mediáticas. Los
politécnicos se oponen y continúan en lucha.
Nuestro
país colapsa como república, como nación, como sistema, como poder. Cae poco a
poco parece ser cuestión de tiempo, es cuestión de escuchar un detonante para
que la situación reviente, para que las guerrillas urbanas y en la sierra se
unifiquen, para que las distintas organizaciones y colectivos concuerden para
hacer una misma lucha. Es solo cuestión de rabia y justicia.
No
falta mucho.
Facebook: Cesar
Rue
Twitter: @cesar_Rue
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