Desde el sofá
Manipulación, aislamiento
inconsciente y pérdida de tradiciones socioculturales dentro de la generación
Z, nacida a partir de los años 90’s, es lo que se ha venido creando a través de
la telaraña mundial, internet, sin embargo paralelamente han aparecido
múltiples herramientas de gran controversia que el día de hoy se han vuelto
parte de nuestra vida.
Durante los últimos tres años creció el número de usuarios
que utilizan alguna red social para dedicarse al Slacktivism,
slacker (holgazán) y activism (activismo) o mejor conocido como activismo de
sofá, el cuál trata de hacer uso de las redes, mandando mensajes, compartiendo
estados, imágenes o noticias, publicando y promoviendo acontecimientos e
incluso firmando peticiones, todos referentes a causas o problemas presentes
dentro de la sociedad. Poniendo en duda con esto a los expertos en redes
sociales y comunicación, preguntándose si ¿el activismo de sofá hace una función benéfica para la
sociedad o no? y ¿qué tanto afecta al activismo de calle?
Puntualizando, no cabe duda que esta manera de cambiar al mundo o una
parte de él es una de las más fáciles y rápidas de informarnos sobre noticias o
eventos de cuestiones sociales, sin embargo y lamentablemente no a todos les es
de su interés, he aquí el primer inconveniente, y por ello puede o no puede el
receptor pasar a la fase de la acción o presencia en la causa o problema,
dependiendo de cuanto le cautive el mensaje que leyó, el claro ejemplo de la
reciente muerte del actor Robin Williams, que por lo visto afectó a muchos pero
la guerra contra Gaza o la aprobación de la reforma energética ¿a quién le
afectó?. Por otra parte los usuarios que realizan este activismo, en su mayoría
jóvenes, tienden a no participar de forma presencial en este tipo de acontecimientos
ya que lo perciben como un riesgo y prefieren realizar su “buena acción” pasiva
y cómodamente, hasta que inconscientemente se quedan en un estado estandarizando
acostumbrándose a sólo realizar el activismo desde una pantalla, quitándole con
esto fuerza al activismo de calle, ese, donde según el contexto puede
manifestarse a través de distintas iniciativas, legales o ilegales, como
reuniones, marchas, recogida de firmas, huelgas, desobediencia civil, invasión
de terrenos, amotinamiento o hasta un levantamiento armado.
Con lo anterior no niego que
pueda complementar al activismo tradicional ni que los llamados activistas de
sofá tengan un rol dentro de la sociedad con el que pueden llegar a alcanzar un
impacto global, hablando de términos de difusión con temas sociales que
actualmente la sociedad demanda, pero lo que es cierto es que en muchas
ocasiones los que lo realizan no conocen el conflicto o causa social por la que
se supone están a favor o en contra y que además se ha creado un círculo
vicioso de que en cada circunstancia que surge un tema relevante tienden a
publicar y compartir, estados o imágenes, para sentir una satisfacción con
ellos mismos o simplemente por seguir a los demás y no porque realmente les
preocupe, dejándonos con las interrogantes: ¿Son las redes sociales
capaces de generar cambios sociales y motivar la participación ciudadana
efectiva? ¿O las redes sociales son un espacio para “mostrar” que nos interesan
las causas sociales, pero que no nos mueve a la acción?
Queridos
lectores no sólo es suficiente compartir las situaciones que nos aquejan, la
verdadera lucha se encuentra en nuestras calles, pluralizando la palabra lucha,
porque son muchas pero eso es PUNTO Y APARTE.
Twitter: @jettimedina
Facebook: Jessica Medina
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