César Ruiz Hernández
¿Tú qué dices?
Cada día me cuestiono las razones por las
cuales cada ser en este planeta se comunica. Es precisamente por este fenómeno curioso
que despierta dentro de la cotidianidad, que escribo sin censura este texto, con
el fin de aclarar un poco o quizá derretir argumentos para dudar más del tema
que desarrollaré más adelante. Aclaro que redacto un escrito sin censura,
porque es precisamente el contexto al que refieren mis palabras: ¿Qué es la
comunicación? ¿Con qué fin se desarrolla? ¿Es un acto o un proceso?
Estas son interrogantes con direcciones diferentes.
Para mi perspectiva, la comunicación es una acción que por consiguiente se
lleva a cabo a través de un proceso, el cual consiste en la transmisión de datos,
su finalidad no es plenamente voluntaria, aunque varía según el caso.
Aunque percibo esta incógnita de matices informativos
de cierto modo, hoy no es lo que me preocupa, sinceramente no me enfoco en eso,
o al menos no del mismo modo que lo siguiente a exponer. Lo que realmente me
interesa es una variable que abunda y vive en el periférico de la emisión de
datos, un destino con propuesta y propósito. Para mi punto de vista una de las
claves de la evolución intelectual y cultural de cada sociedad es precisamente la
expresión. Sí, y reitero que contiene un propósito o al menos debería tenerlo; también
considero que las distintas formas de expresión varían según el contexto histórico-
social de un territorio ya que siempre se entiende el lenguaje o mensaje como
parte de un conocimiento empírico, el cual es inseparable de un aprendizaje
asumido por la educación, religión, ambiente social, etc.
Todos consideramos un derecho natural, el poder
comunicarnos a nuestro antojo sin ofender ni burlar seres o prácticas en
general, pero qué sucede cuando esa expresión se convierte en un problema para
la parte rígida de una estructura política, es decir la clase dominante o
dictatorial en un sistema.
En México estamos acostumbrados o para hacerlo
sonar distinto “acoplados” o burdamente “acomodados” a no expresar nuestro
sentir, o quizá no quererlo expresar o saliéndome ligeramente del tema, estamos
muy arraigados a no sentir, o al menos así parece. Pero sin duda hay una
cuestión constante que nos identifica en la emisión de un mensaje, para poder hacerlo
connotativo, es decir íntegro y fácilmente asumible, sobre todo digerible: el arte.
A través de los procesos sociopolíticos de
nuestro país se han desarrollado artistas de cualidades críticas, cuya
finalidad de expresión precisamente es el objetar las decisiones o acciones del
gobierno o de la cúpula mayor y mandataria. Es el caso del muralista David
Alfaro Siqueiros, considerado como uno de los más grandes exponentes de la
pintura en México, quien dedicó su vida a la rebelión participando en protestas
estudiantiles cuando joven, e incluso apoyando manifestaciones de extrema
izquierda ya siendo adulto mayor.
Ahora la percepción cambia cuando el arte de
uno de los grandes construye crítica, distinción y sobre todo opinión. Su arte
es clave en la interpretación de resultados del espectador, quien finalmente
decide qué ver, aunque el autor valida para bien, siempre que su público
cuestiona e interroga su obra por su contenido.
Es precisamente ahí donde entra la expresión a
la que conduzco, una libertad limitada de respuesta, pero un escape como
producto estéticamente digerible.
El cine como último arte, también innovado, ha
dejado huella satíricamente en nuestra política tan sencilla de comprender y
tan compleja de solucionar. Es Luis Estrada quien a través del humor, ironía y
burla denota una sociedad rota, descocida y sin bases, sin piso pero tocando
fondo. Es su expresiva imagen la que describe lo que todos al despertar
recordamos, la misma que todos conocemos aunque convertida en el producto
audiovisual. Basta con mencionar “La ley de Herodes o El infierno”, para
conocer el arte de lo triste, el arte de lo amargo, el arte de lo desgraciado y
crudo, pero finalmente arte.
La expresión es la herramienta más poderosa
que tenemos como seres en desarrollo y como inmensos nómadas de la
intelectualidad y el sentir. Su mejor canal: el arte.
El arte es la estética convertida en objeto, o
tal vez muchos lo definan viceversa.
Los invito a expresarnos con propuesta y
propósito, con certeza e inteligencia. Busquemos el modo y la contienda será
cada vez más a nuestro modo, el modo de la libre expresión.
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