MUJER OJOS DE SOL
Por Sol Campero
Ella era libertad hecha carne, inspiración y deseo de los hombres, la musa de los ojos de sol, su nombre Nahui Ollin. Remontarme a invocarla es para mí todo un placer, la primera vez que me acerque a su historia fue mera y vana coincidencia, curiosidad de niña, quién diría que un libro de texto me aproximaría a una figura tan admirable, pero fue así, con un fragmento de Elena Poniatowska, que me atrapó su mirada retadora, sensual y melancólica.
Carmen Mondragón (1893-1978), es su verdadero nombre, pero era un nombre que le quedaba corto, a pesar de haber nacido en cuna de oro como algunos piensan, su espíritu carecía de algo y desde muy joven esta ansia por la libertad la llevo a voltear al mundo de cabeza; de su pasión arrebatada dio muestra cuando tenía tan sólo diez años al escribir: “Soy un ser incomprendido que se ahoga en un volcán de pasiones, de creaciones que no pueden contenerse en mi seno, y por eso estoy condenada a morir de amor, del único amor para el que mi alma fue creada a soportar y para el que debo ser la vestal más fiel en mi templo sagrado del amor…”.
Nahui, era un ser de otro lado, ni cielo, ni infierno cabían en ella, era atrevida de todas las maneras posibles, sexual y salvaje, no temía a las críticas y su sinceridad tan cruda abofeteaba las buenas costumbres de su época, de su propia familia que hasta la fecha guarda silencio al oírla nombrar.
Una mujer que tenía claro que era dueña de sus más perversos anhelos, de su cuerpo, de sus formas femeninas que eran templo de los artistas y lo reproducían en murales, pinturas y fotografías; de su corazón porque amó muchas veces y todas de forma arrebatada, pero sobre todo de su pensamiento jamás acallado, el cual dejó para el deleite de muchos plasmado en su obra lírica.
Hablar de Nahui, es hablar de atreverse a ser uno mismo sin importar nada, a sentir la felicidad plena aunque te dejen morir en el silencio del abandono.
Twitter: @leonorazoleska
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