domingo, 24 de agosto de 2014

Tocando Puertas














César Ruiz Hernández



Otra cara de la Religión

Gracias a dios, estoy de regreso (sin ánimo de burla, sin estímulo de ironía). Un espacio

más para continuar con el tema de religión, una secuela ahora un tanto histórica de

algunos fragmentos importantes desde que éste ahora dios, se apareció en nuestras

vidas, así es, recapitularé algunos hechos dignos de ser recordados para dar noción del

éxito digno que la religión no consigue pisar.

Evidentemente nuestro retraso cultural, intelectual y de conciencia, como

sociedad mexicana, no se amerita únicamente a las grandes cúpulas que ahora nos

dominan, ni al desarrollo inmenso o progresista que sostienen las grandes naciones

(potencialmente económicas); sino caigo en rebobinar el casete hasta cuestionarme

lo siguiente: ¿es preciso y coherente nuestro estatus como país, el que durante tres

siglos que permanecimos colonizados por España, gran cantidad de libros, textos y

periódicos fueron prohibidos, tanto su venta a particulares como en las escuelas?¿Qué

se espera de una sociedad que vivió la corriente ilustrativa mundial en la oscuridad y

reprimió sin juicio a quien pensó “peligroso”? (cualquier parecido con la actualidad en

mera coincidencia)

 Durante dichas épocas nuestros antepasados tenían la desgraciada fortuna de ser

expuestos únicamente a las lecturas que el clero permitía, es decir, cualquiera que no

obstruyera sus intereses (novelas, cuentos, chismes). La clandestinidad se basaba en

medios informativos alternos, periódicos no oficiales ni oficiosos, y una clasificación

estrictamente sancionada como consumo, textos que en el viejo continente

comenzaban a despertar conciencias: escritos CIENTÍFICOS.

Curioso el caso del sacerdote Don Juan de Calatraba quien fue condenado por hereje,

al cometer el pequeño descuido de tener un cristo cubierto de polvo en uno de los

descansos de su escalera, pretexto similar para condena de muchos que pensaban

distinto. El poder sirve al fuerte, sin recaer en el conocido caso de la excomulgación del

cura Hidalgo y el fallo de tino que tuvieron los soldados, al fusilarlo mientras nuestro

patriótico padre cargaba al frente su cruz.

Pero aún en México independiente, ya en principios del presidencialismo que

ubicamos a la perfección, se desarrolló la famosa guerra cristera, lucha armada

encabezada por sacerdotes y obispos de nuestro país en rechazo a las políticas de

Plutarco Elias Calles (restringían la participación de la iglesia católica sobre los bienes

de la nación así como en procedimientos civiles). Fueron años de protestas por el

poder que la misma autoridad religiosa no soportaba al fin perder.

“Nosotros aventábamos las balas y dios las repartía”, fanáticos embellecían sus pos

combates de esta forma. El 13 de Noviembre de 1927 hubo un atentado contra el

entonces ex presidente Álvaro Obregón, en el cual fueron acusados por complicidad el

Padre Pro y sus hermanos.

Miguel Agustín Pro Juárez, era un sacerdote de carácter mundial, un ejemplo en

el clero, y un hombre de lucha e ideales. Culpado de conspiración y disturbios en

contra del gobierno, el padre ayudó tal como se muestra en libros, a gente de escasos

recursos y defendió las causas de su institución con su vida.

A pocos días de ser culpado por el mismo Calles como actor intelectual del atentado,

fue apresado causando gran conmoción, asegurando el propio presidente la existencia

de pruebas, pero sin el derecho constitucional de abrir un juicio libre para su condena.

Es cierto que aquel padre era contrario a las legislaciones del gobierno sobre la iglesia

y en una ocasión ya había sido apresado al difundir propaganda religiosa en un desfile

organizado por Calles.

Fue el día del fusilamiento, cuando el mismo actor material, Luis Segura, se presentó

en la celda del padre a asegurar que ni este último ni sus hermanos ni compañeros,

habían tenido que ver con dicho acto, culpándose a si mismo. A pesar de ello relata

el ex general Roberto Cruz (director del fusilamiento del Padre Pro) en entrevista con

Julio Scherer a principios de los sesenta, que al padre no se le otorgó clemencia, y su

último deseo era poder rezar y finalmente se despidió de este mundo pronunciando lo

siguiente: Viva Cristo Rey.

Debido a la reseña a la que me acerco, el mismo pueblo concedió al mencionado cura

el título de Martir, y fue hasta 1988 cuando Juan Pablo Segundo lo nombró Beato, por

la obra que en vida realizó.

Es así como la religión consigue en nuestro mundo una serie de contradicciones y

contra tiempos acoplados y desarrollados para ambos lados, pero es una incógnita

como se desprende cada vez más o como se reintegra de nuevo en el ámbito social.

Nos leemos en la próxima

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